martes, 19 de octubre de 2010

Valencianía e hispanidad

José Manuel Bou

Todavía con las resacas de las festividades del 9 y del 12 de Octubre, conviene reflexionar lo que significan estas fechas, más allá de las anécdotas sobre catalanistas provocadores y nacionalistas valencianos desorientados, haciéndoles el juego, en la procesión cívica del 9 de Octubre, o los abucheos a Zapatero en el desfile militar del 12. Estas fechas nos recuerdan nuestra valencianía y nuestra españolidad, que lejos de ser virtudes encontradas, son complementarias, hasta el punto de no entender la una sin la otra, cuando se habla desde el Reino de Valencia. Estas fechas nos llaman a ser dignos hijos de nuestros antepasados, aquellos que reconquistaron Valencia y toda España y descubrieron nuevos mundos.

Resulta vergonzoso que Zapatero se esconda detrás de la bandera, de los caídos o del ejército, para evitar los más que merecidos abucheos que suele recibir en este tipo de ocasiones. Que la ministra de defensa pretenda legislar para evitar que se repitan estos hechos no es ya surrealista: es liberticida. Es obvio que los presentes en el desfile militar no abucheaban a los caídos ni a la bandera, abucheaban a Zapatero. Si se me permite la licencia, estoy seguro que nuestros caídos, desde el más allá, también estaban abucheando a Zapatero. La falta de respeto en este caso sería callarse y adoptar una actitud de aceptación bobina ante la presencia de quien más ha hecho para destruir aquello por lo que los caídos dieron su vida: la unidad, la grandeza y la libertad de España. Zapatero es el mayor “hispanicida” de la historia, es quien más poder ha dado al separatismo, quien más ha arruinado el legado material y moral de España, es quien ha negociado con ETA la rendición de España ante el terror, quien humilla nuestra política exterior al tiranuelo de turno porque: “la foto es lo más importante”. Se podrá discutir la oportunidad del momento o la elegancia de las formas, pero no manifestar nuestro desagrado ante tal personaje, en una fecha tan significativa, sería deshonrar más a nuestros militares y nuestros caídos, que unos abucheos.De igual modo, permitir a los catalanistas desfilar tras la señera, no afear su conducta a los peperos que vendieron nuestra lengua al mejor postor con la AVL, o dejar que los indeseables de la estrellita nos roben la fiesta, sería faltar el respeto a la señera mucho más que el activismo responsable del GAV y de Coalicio, que este 9 tomó el protagonismo en las calles, que cuatro separatistas mal nacidos hubieran deseado para ellos.

Pero dejemos de lado a esta gentucilla, que al final solo serán una triste anécdota en la historia y hablemos de lo que se trata, el significado del 12 de Octubre:

Plus Ultra. Más allá. Junto a la defensa de Occidente y la Cristiandad la mayor contribución de España a la Historia es el descubrimiento de América. El historiador Ricardo de la Cierva lo explica así: “El acontecimiento capital en el reinado de los Reyes Católicos, suficiente por sí mismo como para marcar el comienzo de la Edad Moderna universal, es el descubrimiento de un Nuevo Mundo el 12 de Octubre de 1492. Terminaban los Reyes Católicos de completar la Reconquista con la toma de Granada, no descuidaban en su designio político exterior la consideración de Europa, pero lograban, por medio de la genialidad tesonera de Colón, la creación de un horizonte occidental en Ultramar. Este hecho importantísimo cambió la idea del mundo, la “imago mundi” e introdujo un nuevo y trascendental factor estratégico en las relaciones militares y globales de Occidente.

La impresión en toda Europa fue tremenda. En los años y décadas siguientes toda la vida de Occidente quedó profundamente afectada por el descubrimiento del Nuevo Mundo en casi todos sus aspectos: económicos, políticos, estratégicos. Gracias a España el conjunto europeo y occidental retiene desde entonces la hegemonía sobre el mundo entero en lo político, en lo estratégico y en lo cultural.”

A lo que el profesor Cornelles añade “El descubrimiento de América y la ulterior penetración en aquel continente constituyen una de las aportaciones más sustanciales, si no la más, de España a la historia del mundo”.
Un navegante veneciano llamado Cristobal Colón tuvo la idea de llegar a Asia navegando hacia Occidente. En teoría era posible, pero la práctica exigía adentrarse por aguas jamás navegadas por el hombre (al menos con conciencia de ello). Retar al fin del mundo. Avanzar por caminos que escapaban de los mapas.

Portugal rechazó su idea y Castilla la hubiera rechazado si el valenciano Luis de Santangel no hubiera intervenido. Pero lo hizo. La participación de este valenciano no suele tener el reconocimiento que merecería, pero fue fundamental para la financiación del proyecto. Hay quien ha llegado a decir que el Nuevo Mundo podría haberse llamado Nueva Valencia solo por este hecho. Indudablemente el genio de los valencianos fue fundamental en este episodio histórico tan relevante.

Cuentan que en el cabo de Finisterre, cuyo nombre no es casual, unas murallas marcaban el fin del mundo con la inscripción: “Non plus ultra”. No más allá. Sospechar lo contrario con los conocimientos de esa época era fácil. Atreverse a demostrarlo con tres carabelas y un sueño, era una heroicidad.
El objetivo era comerciar con las Indias, pero eso es lo de menos. Universalizar la Civilización completando el mapa del mundo. Quitar el “Non” a la inscripción de las murallas. Aventurarse a descubrir que había más allá. Ese es el mérito de un pueblo aventurero.

En tiempos recientes se ha pretendido presentar a los descubridores como genocidas y esta gran gesta como un crimen, que nos mancha a los españoles las manos de sangre. Querer defender esta interpretación es no querer entender nada. Es la versión que sostuvo Fidel Castro en el discurso que pronunció con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, por ejemplo. España, como la nación ética por excelencia se planteó cuestiones morales relativas al descubrimiento, plasmadas en los debates sobre los justos títulos de conquista, que a otras naciones, como Portugal o Inglaterra, simplemente, ni se les ocurrían. Se cometieron excesos, es cierto, pero tanto los Reyes Católicos como sus sucesores lucharon contra ellos. Frente a esto tenemos el exterminio sistemático de indígenas en América del Norte practicado por los anglosajones a los que, sin embargo, nada se les reprocha. De nuevo la leyenda negra. No podemos dejar de recomendar la gran obra de Ramiro de Maeztu, escrita antes de que la Segunda República, que tanto reivindican muchos hoy día, lo eliminara, “En defensa de la Hispanidad”.

No es casual que grupos separatistas de extrema izquierda traten de boicotear las celebraciones sobre la “Hispanidad” rechazando su legado, pues todo lo que engrandece a España, ennoblece su unidad y pone de manifiesto lo despreciable de su conducta.

Romper el muro mental del fin de la tierra. Embarcarse sobre tres naves a cruzar un océano indómito. Robarle al mar un Nuevo Mundo. Plus Ultra. Más allá.

Normalmente la Leyenda Negra utiliza los escritos de Fray Bartolomé de las Casas para justificar sus infundios sobre la presencia española en América. Contrariamente yo creo que es, precisamente, la existencia de un hombre de la capacidad en influencia de este “Apóstol de los indios”, que llegó a detener la conquista en un momento dado, lo que prueba la superioridad ética de España respecto a las naciones de su entorno.

En los debates sobre los justos títulos de conquista, uno de los hitos más apasionantes del Derecho Español, que justifica de por sí esta afirmación de mayor profundidad moral, ya que hubieran sido inimaginables en cualquier otro lugar que no fuera España, Fray Bartolomé se enfrentó a otros teólogos entre los que destacaba en gran humanista Francisco de Vitoria, uno de los autores más destacados de la Segunda Escolástica española y precursor del Derecho Internacional.

El hecho de que los gobernantes españoles se preocuparan por la legitimidad jurídica, moral y religiosa de su actuación en América, en lugar de imponer pragmáticamente la vía de hecho, es un hecho sin precedentes y que otras potencias no se plantearon hasta pleno siglo 20. Hace casi medio milenio los españoles teníamos debates éticos que apenas ahora empieza a plantearse el mundo anglosajón. Es cierto que la lejanía hacía difícil controlar los abusos de las autoridades y funcionarios locales, y que se cometieron crímenes y excesos, pero también es cierto que se lucharon contra ellos, como la biografía de de las Casas demuestra, llegando a detenerse momentáneamente la conquista y modificándose las leyes para mayor protección de los Indios. Compárese eso con las políticas genocidas en América del Norte, África y Asia de ingleses, franceses, holandeses, alemanes, portugueses...piénsese en el colonialismo europeo en África en el siglo XIX, cientos de años después de la conquista de América... incluso en la actualidad si recordamos Palestina, El Líbano, Guantánamo... Las Cortes de Castilla llegaron a pedirle a Carlos III mayor protección a los indios:

“Suplicamos a V.M. mande remediar las crueldades que se hacen en las Indias contra los indios, porque dello será Dios muy servido y los Indios se conservarán y no se despoblarán, como se van despoblando”.
¿Cuando ahora el Parlamento Israelí ha mostrado idéntica preocupación por palestinos o libaneses, o el Senado Estadounidense por los presos en Guantánamo?

Posiblemente el mundo anglosajón debería aprender de los errores de nuestra historia, ya que no quiere aprender de los de la suya, en lugar de repetirlos corregidos y aumentados, mientras lanza la Leyenda Negra contra la paja que ve en el ojo ajeno, incapaz de ver la viga en el propio. Y, en cuanto a los españoles, tal vez auto flagelándonos menos y sintiendo un orgullo crítico por nuestra historia, aportaríamos más al mundo que el triste espectáculo de las riñas internas que provocan los inventores de “estatuts” y de terceras repúblicas.

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